Las mujeres nunca hemos sido educadas para ser dueñas de nuestra sexualidad. El modelo de sexualidad dominante en nuestra cultura otorga primacía al punto de vista masculino. Ahora las mujeres comienzan a cuestionarse las bases de este modelo, comienzan a cuestionarse todo aquello que no nos acaba de convencer, aunque es indudable que queda mucho camino por recorrer.
Ante este panorama, ¿cómo crees que son la mayoría de las relaciones heterosexuales? El 90-95% de las veces acaban con coito a pesar de no ser una práctica efectiva para que las mujeres alcancen el orgasmo. Es necesario el conocimiento sobre nuestro propio cuerpo para hacernos conscientes y dueñas de nuestra sexualidad.
El clítoris es el órgano sexual femenino por excelencia. Está formado por innumerables terminaciones nerviosas y es considerado el único órgano humano que existe exclusivamente para trasmitir y recibir placer. El glande del clítoris está situado donde se unen los labios menores por su parte superior y se esconde bajo un capuchón o prepucio. Lo que generalmente llamamos clítoris es sólo su parte visible, es una estructura mucho más grande y compleja que tiene un cuerpo elástico de dos o más centímetros de largo cuya base está unida al hueso púbico.
En cuanto a la vagina, sus paredes en estado de reposo se tocan, es decir, se apoyan la una contra la otra. Sin embargo, la vagina tiene una enorme elasticidad y cuando nos excitamos, se lubrica, se hincha y se agranda. La sensibilidad de nuestra vagina no es homogénea, si la dividiéramos en tres partes, la primera de ellas, la que se encuentra más cerca del exterior, es la más excitable debido a que está flanqueada por las raíces y bulbos clitorianos y tiene numerosas terminaciones nerviosas.
¿No deberíamos entonces despojarnos del modelo de sexualidad imperante e introducir técnicas sexuales más eficaces que el coito? La penetración es solo una de ellas, existen infinidad de prácticas en las que contamos con la totalidad del cuerpo y que nos conducen a una gran satisfacción.
Esa verdadera satisfacción llegará cuando las mujeres seamos capaces de vivir nuestra sexualidad cómo y cuándo queramos. La toma de decisiones sobre nuestra propia sexualidad no solo tendría beneficios para las mujeres sino que los hombres también se favorecerían de ello, se desharían de la carga de responsabilidad sobre el placer de la mujer que poseen desde hace siglos y de las autoexigencias y obligaciones impuestas. La inseguridad y el miedo podrían dejar de ser inadmisibles para ellos. Además ampliarían el abanico de prácticas, incluyendo nuevas zonas del cuerpo que podrían llevar a una mayor satisfacción.
La clave se encuentra en la capacidad para darnos permiso. Escucharnos a nosotras mismas, mantenernos informadas y practicar de forma que nos desafiemos y nos permitamos errores es la base para liberar nuestras ideas y responsabilizarnos de nuestra sexualidad.