La ciencia nos muestra que nuestros antecesores realizaban coitos muy breves. La rapidez eyaculatoria ha sido considerada como una ventaja para las especies, ya que cuanto más rápido se eyacula mayor eficacia reproductora se alcanza. La herencia que nos une a otras especies debe hacernos pensar que los machos humanos son eyaculadores precoces como aspecto positivo desde el punto de vista de la reproducción.
Con el desarrollo evolutivo comenzamos a dividir la función reproductiva y la erótica. La eyaculación precoz comienza no siendo un problema. A mediados del siglo XX se valora como un rasgo positivo del varón, décadas en las que no se otorga relevancia a la sexualidad de las mujeres. Tras finalizar la II Guerra Mundial se producen movimientos feministas, lo que supone un cambio de valores sociales y el reconocimiento de la sexualidad femenina. El varón comienza entonces a responsabilizarse del placer femenino y así aparece la «eyaculación precoz« como disfunción sexual. El varón asume el rol del espectador durante las relaciones sexuales, se sienten en la obligación de hacer que la mujer disfrute, el orgasmo femenino se convierte en su recompensa, lo que le hace sentir orgulloso. Si no lo consigue aparecen la ansiedad y preocupación, y por tanto, algunas de las disfunciones del varón.
De esta forma, se considera que la técnica sexual principal es el coito, considerándose el orgasmo conseguido mediante otras técnicas secundario. Actualmente sabemos que el coito no es la técnica que se relaciona con mayor número de orgasmos ya que la vagina interna presenta menor sensibilidad, siendo la fuente de estimulación erótica genital de la mujer el clítoris, labios mayores y menores, y entrada de la vagina.
Además debemos tener en cuenta otra serie de factores para propiciar unas relaciones sexuales sanas y ricas, desprovistas de ansiedad, preocupación y desempeño.
- Genitalidad: los genitales representan un porcentaje mínimo de nuestra sexualidad, podemos aprender a disfrutar de todo nuestro cuerpo.
- Acompañarse: cada persona lleva a la relación su propia sexualidad, así existen dos tiempos, dos deseos, dos excitaciones… que se acompañan. No debemos concebir la práctica sexual por turnos en los que hacemos y nos dejamos hacer, sino como acompañamientos.
- Orgasmo como meta: aunque el orgasmo es placentero y enriquecedor no tiene que ser imprescindible y considerado como meta.
- Continuar tras el orgasmo: las sensaciones post orgásmicas como el cansancio o la saciedad suelen tener una connotación cultural y estar marcadas por falsas creencias, no tenemos que poner fin a nuestras relaciones cuando hayamos alcanzado el orgasmo.
- Egoísmo positivo: cada miembro de la relación sexual se hace responsable de su propio disfrute, de esta forma, acabaríamos con la ansiedad de ejecución y será más fácil alcanzar nuestra propia satisfacción.
Teniendo en cuenta todos estos aspecto muchos varones reducen su nivel de ansiedad y preocupación ante la eyaculación y dejan de sentirse responsables de la sexualidad de su compañera disfrutando de su relación sexual.
En algunas ocasiones aun llevando a cabo estas pautas no estamos satisfechos con nuestra sexualidad, entonces sería recomendable consultar con un profesiones que nos ofreciese una serie de técnicas e información pedagógica.