Es habitual que con la llegada de año nuevo nos planteemos una serie de propósitos y metas que mejoren nuestra vida. Antes de que hayamos terminado las uvas, las felicitaciones y los besos y abrazos, ya tendremos una larga lista de propósitos , muchos irreales, imposibles o incompatibles con nuestra forma de ser, de pensar o de vivir. Algunos de los más comunes son dejar de fumar, bajar de peso, buscar trabajo, aprender inglés, hacer ejercicio… Todo esto es estupendo, el problema aparece cuando en pocos días o semanas la motivación desaparece y volvemos a nuestros antiguos hábitos.
Fijarnos dos o tres objetivos como máximo sería lo ideal, objetivos realistas y plausibles que podamos planificar cómo llevarlos a cabo, pensar en los beneficios que tendrían sobre nosotros y visualizar los logros. Nos puede resultar muy útil plasmar nuestros propósitos en papel de forma que podamos verlos fácilmente cada vez que necesitemos recordar qué queremos conseguir o hasta dónde queríamos llegar.
En muchas ocasiones estos propósitos son demasiado ambiguos o abstractos para ser perseguidos y conseguidos. Por ello, es fundamental concretar nuestras metas, de esta forma podremos establecer pequeños objetivos más fáciles de alcanzar y seremos capaces de ir valorando durante el proceso la consecución de los mismos.
Si echamos la vista atrás nos daremos cuenta de cuántas veces nos hemos fijado determinados objetivos y cómo hemos procrastinado una y otra vez. Para que esto no ocurra en nuestro 2019, es importante que fijemos metas a corto plazo. Si divides tus planes en pequeños objetivos diarios o semanales su consecución será mucho más sencilla y estaremos contribuyendo a nuestra propia motivación.
La motivación es la gasolina que nos hará llegar dónde queramos, es el combustible de nuestros propósitos, pero de vez en cuando tendremos que parar a repostar. En cualquier proceso de cambio la motivación comienza en altos niveles pero poco a poco con las dificultades y obstáculos va decayendo. Durante el camino tendremos que hacernos conscientes de nuestras habilidades, visualizar nuestros logros y reforzar cada paso que hayamos conseguido. De esta forma estaremos manteniendo la propia motivación.
Por último, no podemos olvidarnos de la frustración, se trata de un estado emocional que aparecerá en los momentos en los que no obtengamos buenos resultados. Sin embargo, no debemos valorar la frustración como un factor negativo, ya que se trata de un estado motivacional que activa nuestra conducta. Estaremos ante una nueva oportunidad de esforzarnos para conseguir nuestros propósitos y mejorar nuestra vida.